
Recientemente, en Puebla se evidenció la detención de Alejandro N., un sujeto que mantenía en cautiverio a un jaguar en su domicilio de la junta auxiliar de San Jerónimo Caleras. No obstante, más allá del asombro que genera el hallazgo de un felino en peligro de extinción en pleno entorno urbano, el caso evidenció la presencia de tráfico ilegal en México, que al parecer se normaliza cada vez más.
El mundo digital se ha convertido en un mercado virtual donde se ofrecen tucanes, monos aulladores, pericos y hasta felinos salvajes como si fueran mascotas comunes. Todo al alcance de un clic.
Te interesará leer: Detienen a sujeto que tenía un jaguar en su domicilio; agredió a policías durante cateo
Basta una rápida búsqueda en el navegador con “venta de mascotas exóticas” para que salga un desplegado de páginas web de compraventa, con publicaciones que ofrecen “peculiares mascotas exóticas” con supuesta documentación legal. Águila real, camaleones, cocodrilos y serpientes son promovidos sin el menor recato.
Aunque algunos vendedores se disfrazan bajo el pretexto de “crianza responsable”, otros ni siquiera lo intentan: suben fotos, precios y números de contacto.
De acuerdo con reportes de organizaciones ambientales y medios nacionales, los estados del sur del país como Chiapas, Oaxaca y Guerrero son puntos de captura frecuente. Desde ahí, los animales son trasladados clandestinamente a centros urbanos como Guadalajara, Monterrey, Tijuana o Ciudad de México, donde hay compradores dispuestos a pagar cifras elevadas.
Mientras tanto, entre las especies más traficadas en México se encuentran monos, jaguares, ocelotes, pumas, loros, reptiles, peces de agua dulce, pepinos de mar, estrellas de mar, caballitos de mar, peyotes, palmas, orquídeas y maderas preciosas. Estas especies son altamente valoradas tanto por su belleza como por su valor comercial, lo que las convierte en objetivo de los traficantes.
Aunque el tráfico de vida silvestre es ilegal, adquirir estas especies no es tan difícil como podría parecer. En México, el comercio ilícito se puede encontrar en mercados, bazares, tiendas de mascotas, carreteras e incluso en páginas de internet.
Del delito a la costumbre digital
El tráfico de especies no es una novedad, pero lo preocupante es la forma en que se ha “normalizado” gracias a la exposición digital. Los algoritmos de las plataformas sociales no siempre detectan este tipo de publicaciones, especialmente cuando se presentan con lenguaje cifrado o en grupos privados.
En Facebook, por ejemplo, existen grupos dedicados a la compraventa de animales silvestres, donde se ofrecen especies como jaguares y camaleones. Aunque estas plataformas prohíben el comercio de especies en peligro de extinción, los vendedores evaden estas restricciones utilizando códigos y claves para llevar a cabo las transacciones.
Es como entrar a un tianguis virtual, donde se puede conseguir desde un guacamayo hasta un león, y lo peor es que a muchos les parece “divertido” o “interesante”, sin dimensionar el daño que están causando.
Además del sufrimiento animal, esta actividad tiene implicaciones sanitarias, de seguridad y de conservación. Muchos de estos animales no pueden adaptarse a la vida doméstica, mueren en el traslado o terminan abandonados cuando el cuidado es insostenible.
Aunque existen leyes al respecto, como la Ley General de Vida Silvestre y la NOM-059 que regula especies protegidas, la fiscalización en línea es escasa. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) ha llevado a cabo operativos, pero estos resultan insuficientes frente a la velocidad y volumen del comercio digital.