
La caída de confianza en las instituciones alimenta un entorno global de polarización y desinformación. El Informe de Riesgos Globales 2025, publicado por el Foro Económico Mundial, identifica este fenómeno como el mayor riesgo a corto plazo, por encima de conflictos armados y eventos climáticos extremos.
Desacuerdos cotidianos, antes eran funcionales a las democracias, pero ahora escalan a un contexto donde "la desinformación y la información errónea pueden agravar incluso los desacuerdos más pequeños", señala el informe. Este deterioro del entendimiento compartido debilita a foros de debate, medios de comunicación y espacios institucionales.
Asimismo, la fragmentación social, falta de confianza y crisis de legitimidad están presentes en distintos niveles: interpersonal, institucional y colectivo. En cada uno de ellos, el documento advierte que las divisiones no resueltas derivan en conflictos más profundos cuando no existen mecanismos sólidos para canalizar las diferencias.
¿Pudo haberse evitado el avance de la polarización si las instituciones hubieran priorizado antes la construcción de confianza? Aunque el reporte no lo afirma explícitamente, sí plantea la reconstrucción institucional como una condición indispensable para recuperar el diálogo público y reducir los riesgos derivados de la desinformación.
Disagreeing Well
Algunas iniciativas académicas recientes pretenden responder a esta crisis desde el ámbito formativo. Una de ellas es "Disagreeing Well", impulsada desde 2022 por el University College de Londres (UCL). La campaña reúne investigaciones y experiencias de estudiantes, docentes y especialistas, con el objetivo de enseñar habilidades para discrepar de manera informada y respetuosa.
El proyecto parte de una premisa clave: el desacuerdo no debe eliminarse, sino canalizarse. Según sus impulsores, "la diversidad trae diferencias; estas diferencias traen desacuerdo; y el desacuerdo, cuando enseñamos bien las habilidades para discrepar, es algo bueno, incluso esencial".
Entre los principios que promueve la UCL se encuentran: escuchar activamente, reconocer la experiencia del otro, identificar puntos de diferencia y utilizar un lenguaje que permita sostener el diálogo sin humillar al interlocutor. Estas competencias se enseñan en campus universitarios y se aplican en debates públicos sobre tecnología, política y sociedad.
Con el propósito de comprender a mayor profundidad, la campaña se desarrolló en el Laboratorio de Políticas de la UCL, liderado por el profesor Marc Stears, junto con el equipo de neurociencia cognitiva de la profesora Tali Sharot. A través de esta colaboración, el programa ofrece herramientas prácticas frente a fenómenos sociales abstractos como la polarización y el colapso del diálogo democrático.
Algunos de los aprendizajes del programa derivan de conversaciones con mediadores de paz en Irlanda del Norte, trasladados al contexto universitario mediante actividades de formación. El objetivo no es imponer consenso, sino garantizar condiciones mínimas para debatir sin fragmentar aún más a la comunidad.
"La ciudadanía siente que merece más respeto de quienes ostentan el poder", sostiene el informe Agenda de Respeto, elaborado en paralelo por el Laboratorio de Políticas de la UCL. Esa brecha emocional y política es uno de los detonantes que hoy comprometen la gobernabilidad en distintas regiones.
Frente al riesgo creciente de desinformación global, la reconstrucción de la confianza institucional no solo se presenta como respuesta, sino también como una deuda pendiente. En una coyuntura de tensiones ideológicas, desigualdad y fatiga social, enseñar a discrepar bien podría ser clave para sostener la cohesión democrática. (Notipress)