
En el vasto circo de la política mexicana, donde los payasos se disfrazan de salvadores y los malabaristas lanzan promesas al aire como si fueran confeti, han surgido dos figuras que parecen salidas de una historieta de la mediocridad: Clara Brugada en la Ciudad de México y José Chedraui en Puebla capital.
Estos personajes son como esos clones malvados de una mala película, pero en versión real y con presupuestos millonarios. Ella, “la jefa de gobierno” que “gobierna” -¡no se ría!- como si estuviera en una siesta eterna; él, un alcalde que llegó prometiendo el paraíso y se topó con la tristísima realidad: ¡le quedó grande el puesto! Ahora sí, ¡ríase!
Juntos forman el dúo anodino del desgobierno, envuelto en discursos de autoayuda, donde el sentido común es un lujo que no cabe en su agenda de selfies y estadísticas infladas; un mal gobierno en el que comparten un estilo de desgobierno marcado por la indolencia y la negación de sus fracasos.
Tan sólo hay que observar sus similitudes: calles destrozadas, con promesas vacías de tapar los miles de baches; alta percepción de inseguridad, con un 82 % en la capital del país, y 76 % en Puebla, con delitos crecientes y jefes de policía mediocres; valemadrismo ante vandalismo, con una amplia tolerancia a destrozos, pintas, quema de vehículos; falta de sentido común para gobernar, priorizando propaganda sobre soluciones reales.
Y la lista de desastres, bajo el mando de estos dos personajes, puede continuar y hasta se podría escribir un libro de terror urbano, con capítulos extra para ejecuciones, violencia extrema, narcomenudeo y servicios públicos en coma.
Pero lo peor es su negación digna de un Oscar al cinismo, pues no obstante el caos que los rodea, ambos insisten en que "todo está muy bien", como si gobernaran en una dimensión paralela donde los baches son arte urbano y las balas son confeti.
Está claro, Brugada y Chedraui son el epítome de la indolencia gubernamental, gobernando con una alergia crónica al sentido común y un talento desvergonzado para ignorar el bienestar social.
Clara insiste que la Ciudad de México es “un referente mundial” y ¡bueno, el tal Pepito se ha convertido, como todo inepto, en un maestro en echar culpas al pasado!
¿Gobernar en favor de la sociedad? Ja, ellos gobiernan para su ego, ambos son el espejo distorsionado de un México que merece más que parches y promesas evaporadas. Los ciudadanos deben exigir con rabia, pero sobre todo reírse de estos payasos antes de que nos hagan llorar, porque si no Puebla y la Ciudad de México seguirán siendo el chiste nacional.