El homicidio es en términos legales y criminológicos el acto de causar la muerte de otra persona de forma intencional o no intencional. Es uno de los delitos más graves contemplados en los códigos penales, no sólo de México, sino de todo el mundo, ya que atenta directamente contra el bien jurídico fundamental: la vida humana.
La distinción entre los diferentes tipos de homicidio radica principalmente en el elemento subjetivo del autor, es decir, la intención (o falta de ella) y las circunstancias en que se cometió el acto.
La legislación en la mayoría de los países distingue el homicidio basándose en el dolo (intención) y la premeditación. Los tipos más comunes son:
El homicidio doloso (asesinato y homicidio simple). Este tipo se configura cuando el autor tiene la intención deliberada de causar la muerte de la víctima.
El asesinato u homicidio calificado implica el dolo más la concurrencia de ciertas circunstancias que agravan la pena, conocidas como calificativas.
Estas suelen incluir la premeditación, la alevosía (actuar a traición, sobre seguro y sin riesgo para el autor), el ensañamiento (aumentar deliberada e inhumanamente el sufrimiento de la víctima) y la recompensa o móvil económico.
En un caso de la vida real sería el de una persona que planea y ejecuta la muerte de su socio disparándole por la espalda mientras este duerme, asegurándose de que la víctima no tenga ninguna posibilidad de defenderse. La alevosía se da al actuar de manera oculta e indefensa para el agredido.
El homicidio simple doloso se produce cuando el autor tiene la intención de matar, pero no concurre ninguna de las circunstancias agravantes (las calificativas).
Por ejemplo, una riña espontánea en un bar donde una persona, en un arranque de ira momentáneo y sin planificación previa, toma un objeto contundente y golpea a otra causándole la muerte de forma inmediata.
Existe la intención de matar o la consciencia de que el acto podría causar la muerte, pero fue un impulso sin premeditación ni alevosía.
En el caso del homicidio culposo (negligente o imprudencial), este se configura cuando el autor no tiene la intención de matar, pero la muerte se produce como resultado de su negligencia, imprudencia, impericia o la violación de un deber de cuidado.
El acto, cabe mencionar, es castigado no por la intención sino por el descuido.
El caso más común es el accidente de tráfico. Un conductor que excede significativamente el límite de velocidad y atropella a un peatón causándole la muerte. El conductor no deseaba matar al peatón, pero su imprudencia (exceso de velocidad, violación del reglamento) fue la causa directa del resultado fatal.
O bien, un médico que practica un procedimiento quirúrgico y por olvido o descuido inexcusable, deja un instrumento dentro del paciente, causándole posteriormente una infección letal. Su negligencia profesional resulta en el homicidio culposo.
También está el homicidio preterintencional. Este es un tipo intermedio que ocurre cuando el autor comete un acto con la intención de causar una lesión (un daño menor), pero el resultado que se produce es la muerte de la víctima.
El resultado fatal va más allá de la intención (es "preter" intencional).
Para ejemplificarlo, una persona golpea a otra con el puño en una discusión con la única intención de romperle la nariz o causarle un moretón. Sin embargo, debido a que la víctima cae y golpea su cabeza contra una superficie dura (como un bordillo o la acera), muere a causa de un traumatismo craneoencefálico.
La intención era lesionar, no matar, pero la muerte es el resultado final.
La distinción es importante en el Derecho Penal, ya que no sólo está en el acto de quitar una vida, sino en el "por qué" y el "cómo" se llevó a cabo, siendo el dolo o la culpa el factor determinante para la clasificación del delito y la imposición de la pena.