De aliados a adversarios: ¿cómo se rompió la relación entre EU y Venezuela?

De aliados a adversarios: ¿cómo se rompió la relación entre EU y Venezuela?

Foto: FreePik, Xinhua

Las tensiones actuales entre Estados Unidos y Venezuela están en un punto álgido, con despliegues militares, ataques a embarcaciones y sanciones intensas bajo la segunda administración de Donald Trump.

 

Sin embargo, las relaciones entre estos dos países han pasado por etapas de cooperación estrecha a confrontación profunda; aunque hoy se percibe una "enemistad" intensa, esta no es nueva ni exclusiva de figuras como Trump y Nicolás Maduro.

 

 

 

Sus raíces modernas se remontan a 1999 con la llegada de Hugo Chávez, pero el conflicto actual representa una escalada inédita con acciones militares directas.

 

Estados Unidos reconoció la independencia de Venezuela en 1835, hubo tensiones menores, como la crisis fronteriza con Guyana, resuelta por arbitraje con apoyo estadounidense a Venezuela, o rupturas diplomáticas breves. Sin embargo, predominó la cordialidad, especialmente tras el descubrimiento de petróleo.

 

Venezuela se convirtió en proveedor clave para EU, vital durante la Segunda Guerra Mundial y aliado anticomunista en la Guerra Fría.

 

De 1958 a 1999, se mantuvieron relaciones estables y cooperativas; Venezuela era un "satélite" estratégico de Washington contra el comunismo, el comercio petrolero floreció, con inversiones estadounidenses masivas. Existían desacuerdos menores, pero no afectaron el vínculo. Hasta 1999, las relaciones se describen como cordiales y de mutuo beneficio.

 

El quiebre se da cuando Hugo Chávez llega al poder en 1999 con un discurso antiimperialista y socialista, denunciando intervencionismo estadounidense, especialmente tras el golpe fallido de 2002.

 

Chávez fortaleció lazos con adversarios de EU, como Cuba, nación que intercambió ayuda petrolera a cambio de apoyo; así como Irán, Rusia y China, además nacionalizó industrias, incluyendo empresas con inversión estadounidense.

 

Estados Unidos vio esto como amenaza, ya que Chávez socavaba el aislamiento de Cuba y promovía un eje antiestadounidense en América Latina. Pero, a pesar de la retórica, el comercio petrolero continuó, Venezuela fue principal proveedor de EU hasta 2007.

 

Este panorama se profundizó cuando Nicolás Maduro asumió la presidencia en 2013 tras la muerte de Chávez, en medio de crisis económica, hiperinflación y acusaciones de autoritarismo.

 

Desde 2014, la relación entre Estados Unidos y Venezuela ha estado marcada por una política de sanciones progresivas que Washington justifica por presuntas violaciones a los derechos humanos, debilitamiento de la democracia y vínculos del gobierno venezolano con el narcotráfico.

 

Las primeras sanciones fueron impuestas durante el gobierno de Barack Obama entre 2014 y 2015, dirigidas principalmente a funcionarios señalados por violaciones a los derechos humanos tras las protestas en Venezuela. La estrategia se endureció de manera significativa durante la primera administración de Donald Trump, bajo la política de “presión máxima”, que incluyó sanciones al sector petrolero, el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino en 2019 y un aislamiento económico y diplomático más amplio.

 

 

 

Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, Washington adoptó un enfoque más diplomático, abriendo la puerta a alivios temporales de sanciones a cambio de compromisos políticos, como el desarrollo de elecciones consideradas libres y competitivas. No obstante, tras los comicios presidenciales de 2024, la administración estadounidense revirtió parte de ese alivio y retomó las sanciones.

 

En el centro de la disputa hay graves acusaciones por parte de EU, que ha calificado a Venezuela como un “narcoestado”, señalando al llamado Cártel de los Soles y a organizaciones criminales como el Tren de Aragua, además de responsabilizar al gobierno de Maduro por la migración masiva y el tráfico de drogas en la región.

 

Por su parte, el mandatario venezolano rechaza estas imputaciones y acusa a Washington de impulsar conspiraciones golpistas, aplicar medidas coercitivas unilaterales y mantener una política de injerencia e imperialismo contra su país.

 

Trump ha elevado la presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro al advertir sobre posibles acciones “por tierra”, lanzar ultimátums públicos y ofrecer una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura del mandatario venezolano.

 

 

 

En respuesta, el gobierno de Venezuela activó una movilización militar y reforzó su discurso de confrontación, estrechando alianzas con Cuba, Rusia e Irán, además de acusar a Washington de actos de “piratería” y asegurar que el país se prepara para una eventual agresión externa.

 

En este contexto, la crisis venezolana se mantiene en un punto de alta tensión, marcada por la confrontación discursiva, la presión internacional y la falta de avances concretos en el diálogo político.

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